miércoles, 2 de septiembre de 2009

100 años de ir al Cine en Caracas



Si hay algo que el caraqueño no ha dejado de hacer desde la llegada de los cines a este valle, es dejarse envolver por la energía de una sala oscura y llena de gente que se ilumina cada vez que se enciende el proyector. A lo largo de casi un siglo han cambiado las técnicas, los títulos y las caras de los actores que se dedican a este arte, pero sobre todo ha cambiado la experiencia de ir al cine en Caracas.

Imagine que usted es un habitante más de la Caracas de los años 20. No hay televisión, ni Internet. Las bandas tocan en las plazas. Alguna obra teatral es la comidilla de la ciudad pero usted ya la vio y de paso, está cansado de quedarse en casa escuchando radio. Resulta lógico que la aparición de las primeras salas de cine en nuestra capital, causaran un gran impacto y se convirtieran en los lugares más concurridos por los caraqueños que buscaban la diversión que ofrecía el moderno pasatiempo. Ir al cine en aquel entonces era un evento especial.




Para mediados de los años 30, ya existían en Caracas poco más de quince salas donde se proyectan películas de cuando el cine aún no había aprendido a hablar y que lograron sobrevivir la transición de cine mudo a sonoro. Entre ellas estaban los llamados “cines de barrio”, locales modestos manejados por sus propios dueños que procuraban satisfacer las necesidades de entretenimiento de las comunidades que los albergaban, con películas en su segundo o tercer pase y que muchas veces promocionaban su oferta fílmica colocando cada día su programa en un cartel en el frente del cine. El Rex en San José, el Jardines en El Valle, el Astor en Antímano, el Para Ti en Monte Piedad, el Lídice y el Pinar, son algunos de los más recordados.


Los estrenos estaban reservados a salas de mayor calibre. En el centro de Caracas, majestuosos teatros abrieron sus puertas con entradas un poco más costosas en razón de su lujo, comodidad y novedad. En esas calles se levantaron espectaculares construcciones sólo comparables con iglesias y que paradójicamente, muchas de ellas son hoy hogar de templos evangélicos. Con salas capaces de albergar hasta 1600 espectadores, la gente asistía a las funciones vestida con sus mejores trajes, haciendo gala de sus buenos modales para tan importante ocasión, remotamente comparable hoy en día con ir a algún exclusivo evento en el Teatro Teresa Carreño.



El aristocrático Teatro Ayacucho, el Rialto, el Metropolitano, el Boyacá…Todos albergaron orgullosos por muchos años a miles de espectadores ansiosos de ver a sus actores favoritos Libertad Lamarque, Nini Marshall, Imperio Argentina. Vieron reventar sus taquillas con largas colas de gente ansiosa de ver exitazos como “Allá en el Rancho Grande” estrenada en Caracas en 1937 o la primera producción sonora nacional “El Rompimiento” (1938), que tuvo su première criolla en el Teatro Principal con la presencia del presidente de la república y Rafael Guinnand acompañado de la Orquesta Sinfónica Venezuela. El colosal evento fue radiodifundido por Radio Caracas y la entrada tuvo un costo de 3,55 Bs. en patio, 2 Bs. En Balcón y 0,75 bolívares en Galería.

Cinéfilos Motorizados

En el 49 comenzó en Caracas la fiebre de los autocines con la inauguración del primer local de este estilo en Suramérica. Al aire libre, con la pantalla sobre una estructura elevada en un estacionamiento con espacio para 250 autos, altoparlante individual y la fuente soda “El Cristal Room”, el Autocine Los Chaguaramos se hizo famoso por ofrecer un espacio de carácter informal que se convirtió en uno de los favoritos de la Caracas noctámbula. En él, el público liberado de protocolos, podía disfrutar de una alternativa de menor rigor social donde lo que menos importaba era la película. Allí podías disfrutar de un rato distinto, en pijamas si se quería, comiendo, fumando…Y hasta haciendo travesuras románticas en el asiento trasero.



El furor por los autocines se prolongó entre los años sesenta y setenta. El filme “Cupido motorizado”, se hizo particularmente memorable porque los poseedores de Volskwagens Escarabajo podían entrar gratis a ver la película. Entre los más recordados están el Cineauto del Este, el Prados del Este, el Santa Fe y el Cinemóvil Tamanaco, con su zona de tolerancia para los que no iban a ver películas. Pero todos ellos forman parte de una época que ya pasó, los autocines se extinguieron por completo en el Valle de Caracas, por no decir de Venezuela. La inseguridad y el alto valor de los terrenos, hizo que estos cedieran sus espacios a urbanizaciones y hasta mercados populares como los que funcionan en los terrenos de los Cinemóviles Cafetal I y Cafetal II, últimos en cerrar sus puertas.

La Era del CinePlex


Actualmente son pocos los cines de la capital que cuentan con un espacio arquitectónico exclusivo, destinado sólo para ellos. La mayoría son apéndices de la amplia gama de centros comerciales que cada vez cobran más espacio en la ciudad. En el Centro de Caracas, que una vez fuera una especie de Broadway criollo repleto de teatros, hoy es casi imposible encontrar pistas de los gigantes que una vez existieron ahí, a excepción del Teatro Ayacucho y el Continental, que siguen proyectando películas pero con salas mucho más pequeñas ya que han cedido sus grandes espacios a tiendas y restaurantes.

El Cine Broadway de Chacaíto, el Radio City de Sabana Grande, el Junín, el Rialto, el Altamira, el Teatro del Este y muchas otras salas independientes han desaparecido a pesar de su tradición a manos de las grandes cadenas que dominan la exhibición en la capital, una lástima, pues varias de estas edificaciones bien podrían haber sido patrimonio arquitectónico de la ciudad, pero lamentablemente no son vistas de esa manera. Algunas se llevaron consigo curiosidades como las “funciones de cine continuado”, en las que podías entrar a mitad de la película y ver el filme varias veces seguidas si te gustaba demasiado. La excepción más insólita la tiene el Cine Urdaneta, sala de películas porno ubicada en el Silencio, que con más de cuatro décadas encima, sigue manteniendo su propio edificio, balcón, funciones continuadas y un público cautivo en el sector que no hace reserva de entrada, sino que sigue haciendo sus largas colas para disfrutar del espectáculo.



Caracas cuenta hoy con... !No 100 cines, sino casi 100 salas! jejjejej... Más de 8. En su mayoría como parte de complejos multiplex con butacas cómodas, tecnología de punta y caramelerías que cada vez se parecen más a ferias de comida rápida. A pesar de haber perdido el carácter único y formal que tuvo la experiencia cinematográfica a principios del siglo pasado, el caraqueño sigue yendo al cine buscando esa sensación única que otorga una pantalla gigante en una sala oscura llena de gente y que la piratería y la televisión son incapaces de brindar.

5 comentarios:

RoRRo dijo...

Caracas cuenta con 100 cines? Dónde?

Elena dijo...

Tal vez sea en Venezuela.

Caque dijo...

Ups!... Arrancando con pelones. Q ue mal. En realidad son cerca de 100 salas. Gracias por la corrección. Sigan viniendo, gracias por comentar!!!

Sandy Medrano dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sandy Medrano dijo...

Excelente! Sobre todo para nostálgicas como yo, que extrañan las salas de cine ocupando un espacio propio, no como arrimados de centros comerciales... Saludos!

PD: El comentario anterior lo borré por un fugado e inoportuno horror ortográfico... :)