sábado, 1 de octubre de 2011

El Rumor de las Piedras vs. el prejuicio

La segunda película de Alejandro Bellame es la elegida por el gremio cinematográfico venezolano para intentar colarse entre las 5 candidatas al Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera, arrasó en el festival de cine de Mérida y ahora se arroja a las salas buscando derribar etiquetas.

No es primera vez que el director representa a Venezuela con una película. Hace tres años, su ópera prima El Tinte de la Fama, ya había gozado del mismo honor y acumuló una cantidad importante de galardones y buenas críticas. Sin embargo, esta vez se suman a las expectativas lógicas previas al estreno, una buena dosis de incertidumbre sobre cómo irá a recibir el público su película. ¿La Razón? Las reacciones y comentarios que obtiene el trailer de la cinta en la red.

“Otra película de malandros más, ¿Hasta cuando? Más de lo mismo. ¿Cuándo llegará un director venezolano que se atreva a hacer algo diferente?”

Supérenlo. Ceder al prejuicio con el cine de barrio y malandros, es entrar en contradicción con el hecho de que las películas más taquilleras del cine venezolano son precisamente en ese contexto y de que, nos guste o no, el malandreo y la relación del ciudadano común con la violencia es quizá el tema venezolano por excelencia. No por nada La Hora Cero y Secuestro Express, siguen estando entre las películas más taquilleras de nuestra historia, obviando excepciones como Er Conde Jones.


Bellame no busca valerse de esta temática para usarla como ardid taquillero, por el contrario, su cinta cuenta con emociones que la alejan del tratamiento de las cintas mencionadas y la acercan a algo más parecido al Hermano de Marcel Rasquín.

“Yo creo que si bien es cierto que es una película de barrio y hay malandros, es una película diferente. Empezando por el punto de vista, aquí se habla de esa problemática pero desde el punto de vista de las madres. Eso ya es una gran diferencia, El Rumor de las Piedras, es un alegato en contra de la violencia, contado a través de personajes que están a merced de ella.” Cuenta el director.


En la cinta, Delia (una impecable Rossana Fernández), sobreviviente junto a su familia de la tragedia de Vargas, trabaja y lucha de sol a sol por reconstruir su vida lejos del barrio y así salvar a sus hijos, William de 17 años y Santiago de 10, de sucumbir ante la violencia y miseria que los rodea. Sus esperanzas están depositadas en la obtención de una vivienda popular, que debería obtener pronto gracias a la palanca del novio de una amiga. Sin embargo, su verdadera salvación está en el amor y afecto de los suyos, más que en cualquier otra parte.

¿Quién no conoce gente cercana a la que la violencia ha hecho cosas atroces? ¿Vas a negarlo? ¿Evadirlo? No hablar de las cosas o voltear la mirada no significa que no existan. Aceptamos la violencia extranjera en las películas de gangsters y asesinos en serie, pero nos cuesta aceptar la nuestra. Por eso sigue siendo lugar común que ciertos sectores del público se quejen pidiendo más cintas sobre los bellos paisajes que tenemos en Venezuela.


“No me interesa hacer un cine complaciente de paisajes merideños, pajaritos y cosas bonitas. A mí ni el Salto Ángel, ni los médanos de Coro, me inspiran ningún conflicto humano.” Comenta Bellame. “Creo que la belleza está en la humanidad de los personajes. En la forma en que se mueve el amor, la solidaridad, el compromiso, la dignidad, en medio de un contexto adverso y violento. ¿Has pensado en la belleza de nuestras madres dentro de los barrios de nuestro país, que tienen que sacar adelante a sus hijos en medio de ambientes degradados por la violencia y la delincuencia? Ellas son unas heroínas y fue en la belleza de esas madres que pensé al inspirarme para escribir esta película.”

Si vas a ver la película dispuesto a escuchar lo que allí se dice, te aseguro que saldrás con ojos llorosos y ganas de salir corriendo a darle un abrazo a tu mamá.
En el guión, escrito a cuatro manos con Valentina Zaá, se colaron recuerdos y experiencias a las que el venezolano común está sometido en cuanto a la violencia, propia y ajena, lo que se lee o ve en los medios de información, los cuentos de personas cercanas, todo. Pero hubo un hecho especial con la señora que ayuda a Alejandro Bellame con la limpieza de su casa, que terminó por impulsar la escritura de la historia.

“A ella le mataron a su hijo en Petare y una semana después mataron al hijo de la señora que trabaja en el apartamento de arriba. Creo que eso fue un elemento que disparó mi necesidad de escribir de todo esto. ¿Cómo hace una madre con tantas necesidades, con hijos varones, en contextos tan duros como estos, para además trabajar y salir adelante? Sentí que las que logran sacar una familia adelante son realmente unas heroínas y las que no lo logran también.”

Otro detalle que sorprende al ver El Rumor de las Piedras, es encontrarse con cuestionamientos claros sobre una de las grandes problemáticas del país, el tema vivienda. Prácticamente resignado desde hace un tiempo a ver un cine venezolano mucho más inofensivo y en algunos casos, panfletario, se agradece toparse con voces dispuestas a retomar con bolas la denuncia y el señalamiento.

“Para mí, ese tema forma parte del mismo paisaje de la pobreza.” Cuenta Bellame. “Pensé que podía ser un elemento que jugara en contra de la obra a la hora de conseguir algún tipo de financiamiento de algún ente oficial, pero yo primero le hago caso a mi conciencia y creo que lo que uno no negocia nunca son los principios y la dignidad. Si para mi era importante incluir ese elemento, nunca me importaron las consecuencias. Yo no hago películas complacientes, no me interesa complacer a nadie más allá de mi propia conciencia y tal vez el espectador. Lo que trato es que el espectador se confronte con una realidad. Y la verdad, en ningún momento ha sido, hasta ahora, un problema.”

“¿Si antes se criticaba a las instituciones del estado y al poder, por qué no ahora? Si se hizo en un tiempo político distinto un Amaneció de Golpe, un Disparen a Matar, Soy un Delincuente y otro montón de películas contestatarias, cuestionadoras del sistema ¿Por qué no hoy? Si el estado venezolano las apoyaba y financiaba, supongo que otro estado que se dice democrático también debe darles esa posibilidad. Un gobierno que se llame democrático tiene que estar abierto a la crítica, al cuestionamiento. Ahora pregunto, ¿Tu crees que la ausencia de ese cine, que se atreva a criticar al gobierno o al sistema, se deba a que la mayoría de los cineastas piensan que no están en una democracia y por eso no se atrevan a hacerlo? ¿Autocensura?”

“Yo creo que el papel del artista y el cineasta es tomar de su entorno lo que hay y cuestionarlo, la complacencia tal vez de mejores frutos económicos, pero a mi no me interesa.”
Completan el elenco de la cinta Christian González, Juan Carlos Nuñez, Zapata 666, Verónica Arellano, Alberto Alifa, Laureano Olivarez, Arlette Torres y Aminta de Lara.

1 comentario:

El Buruso dijo...

La vi. De acuerdo con que no hay nada malo en hacer cine de barrio (Hollywood es un barrio), pero a veces resulta sospechoso nuestro uso excesivo del barrio como pantalla de proyección -lo mismo hacemos con la historia-, no sólo en el cine, sino también en otros ámbitos, hablamos, por ejemplo de lo social, lo económico, lo arquitectónico. Lo mismo ocurre, desde luego, con el páramo; hasta que punto nos convertimos en mineros que explotan distintos tipos de cerros, no lo sé. En cuanto a la película, es muy probable que esté totalmente equivocado, pero muchas escenas estaban absolutamente telegrafiadas y la suma de males de los personajes -y todos tenemos suma de males- resta equilibrio y no se casa del todo con sus motivaciones. Ejemplo: escena del autobús, donde prácticamente los personajes femeninos exponen en una sola conversa su historia pasada en vez de dejar que esta incida en su forma de actuar y que se cuele con un poquito más de sutileza; el uso melodramático del cementerio sin integrarlo como un personaje más, el chamo que no tiene más remedio que ser malandro y que pudo haber actuado por celos -y todos nos hacemos un poco más malandros por celos- en vez de hacerlo por un mero asunto de "chamba" o una pistola perdida, la tumba del padre muerto como deux ex machina de la transformación del hermanito menor a quien, en la exposición en clase, le hubiese bastado con ver el pupitre vacío (la piedrita, está de más, de hecho, una piedrita de menos pegada en su cartelera habría dicho mucho más, habría dicho, sin tener que mostrarlo, que el chamo se la dejó en la tumba), el mismo chamo, al regresar a su escena de la exposición dice: Y así termina la exposición... ¿realmente hace falta? Un picapedrero sin debilidades, incólume sin ponerlo del todo en evidencia a través de su propio conflicto; todos los personajes femeninos son víctimas, incluyendo la cajera pues nunca la vimos presionar demasiado al chamo, una historia de amor que valía la pena ver y que nos toca a todos, la de cómo dos seres que se quieren pueden joder al resto del mundo aún cuando su amor sea legítimo... Agrega al barrio, el deslave, que tal vez habría agregado presión al rollo de perder siempre la casa, en manos de la naturaleza, en manos del gobierno, en manos de tu propia familia, pero que se usa como asidero melodramático. Ni hablar de las dos llamadas en la beneficiadora (¿dos? ¿hacían falta dos?); la segunda daba pie para jugar un poco más, pues anticipábamos desde siglos que se trataba del chamo, ¿y qué tal si era para darle un ascenso a la tipa y de inmediato por otro lado es que le cae la noticia del hijo? No sé. No me convenció. Ya la abuela ciega con ganas de ver el mar me daba todo el arco, pero, ¿no debían discutir por esto y no debía el picapedrero arriesgar algo para esta última imagen? ¿Hacía falta el mar en una toma tan elaborada -casi Titanic-, o con el reflejo del mismo en el parabrisas o con la lluvia sobre un tejado podíamos fabricar un momento más honesto, una lluvia que se vuelve inocente pues la familia y el barrio se mantienen aferrados a sus piedras? Con menos música mal integrada y menos melodrama sé que me habría destruido por completo. Las actuaciones, simple y llanamente son brutales, al igual que la fotografía. De nuevo, simplemente no sé, es harto probable que esté más que errado.