Los merideños siempre han estado en otra nota. Lo de ellos es otro ritmo, otra sensibilidad, otro estilo y también un setting muy fecuente y casi único, la montaña y sus habitantes. No sé si es cosa del padrino de la promoción, Alberto Arvelo, pero todo lo que viene de allá se siente tallado con la misma herramienta. Y ojo, no lo digo como algo malo, sólo que sería fino que de vez en cuando nos sorprendieran con una historia que hable más del andino venezolano distanciándose un pelo del campesino y los paisajes que lo rodean.
Con algo de tardanza he visto Samuel, ópera prima del portugueseño (que no es lo mismo que portugueisinho) César Lucena, egresado Magna Cum Laude de la Escuela de Medios Audiovisuales de la Universidad de Los Andes (2007), donde actualmente se desempeña como profesor de Dramaturgia, Guión y Adaptación. Su película me ha dejado con sentimientos encontrados.
Samuel es algo así como el Fenómeno de John Travolta pero en los andes venezolanos. El protagonista vive en un recóndito lugar entre las montañas y un día descubre que posee un misterioso don para sanar a los enfermos; Atormentado por rezones que se diluyen un poco a lo largo del metraje, el don de Samuel se convierte en su cruz.
La premisa me encanta, en principio porque es uno de los pocos acercamientos del cine nacional al tema sobrenatural. La verdad, recuerdo muy pocos, ameritaría un post más adelante. A vuelo de pájaro, los últimos que recuerdo son La Virgen Negra y Carpión Milagrero.
El guión es del propio Lucena y según su nota de prensa, cobran en él vida personajes basados en experiencias previas del realizador.
“La película de alguna manera refleja partes de la historia que yo viví con mi papá cuando era niño”, comenta Lucena, quien además recrea en su relato algunos elementos inspirados en el vidente estadounidense Edgar Cayce. “Cayce descubrió que tenía el don de diagnosticar y tratar a los enfermos estando él bajo hipnosis. Pero no se trataba de hechicería ni de nada sobrenatural. Me llamó la atención la historia y me pregunté cómo sería si esto le ocurriera a una persona renuente a ayudar a los demás”.
Buena idea y muy buena puesta en escena. Luego de Habana, Havana (2004) la cinta es la segunda apuesta del movimiento Cine Átomo creado por Arvelo, que busca producir un séptimo arte simple con la limitada utilización de recursos técnicos y gran fuerza de sus historias. La dirección es muy sobria y austera, suficientemente eficiente para centrarse en la historia y los actores, otro punto a favor de la cinta.
Luego del barranco de Muerte en Alto Contraste, Erich Wildpret se luce con este complejo personaje muy bien interpretado. El resto del elenco también está muy bien, especialmente Ananda Troconis, quien interpreta a su esposa Alma y es uno de los rostros más bellos que he visto en la pantalla venezolana.
El otro actor que destaca es el cubano Manuel Porto, quien da vida a ‘Montoya’, un excéntrico curandero que le revelará a Samuel varias claves para entender y aplicar su don. Bien interpretado, aunque con poca tela de donde cortar, está Carlos Julio Molina (Trece) como ‘Baudilio’, en un papel que honestamente no pinta nada dentro de la historia. También hay un pequeño cameo de Marisa Román que me sacó de concentración por lo innecesario. Personalmete, me hubiera gustado ver ese pequeño rol interpretado por un desconocido.
Samuel está magníficamente realizada desde el punto de vista técnico, la historia tiene muchísimo potencial, entra en terrenos poco communes, está bien actuada, bien dirigida, pero al final me resultó bastante aburrida. Es sumamente lenta y honestamente, siento que no ofrece nada demasiado original. Sin embargo, así como tiene secuencias y personajes que sobran, tiene otras tantas muy efectivas. Siento que Lucena tiene talento y espero con ansias su próxima película.